Si hay algo cierto es que para todo hay una primera vez en esta vida. La primera vez que ves el mar, que te subes a un avión… Y también, la primera vez viajando sola. Y no sé por qué, cuando decides hacer esto último, todo el mundo se lleva las manos a la cabeza.
Cuando me decidí a viajar sola por primera vez la gente me decía que estaba loca y que era muy peligroso, pero por suerte, desoí a todos y me mantuve firme en mi decisión. ¡Y qué gran decisión fue! Tanto que, digramos, me cambió la vida. ¡Te cuento mi experiencia!
Los miedos de viajar sola
Lanzarse a viajar sola no suele ser un proceso fácil para ninguna mujer. Muchas veces nos asusta hacerlo por el miedo a lo desconocido, y es que, aunque podamos encontrar toda la información en las redes, no es lo mismo leer o escuchar las experiencias de otras viajeras que vivirlo en carne propia.
Otras veces nos dejamos llevar por las opiniones de los demás o lo que se dice en los medios de comunicación: que si ha pasado tal cosa en tal sitio, que si mira lo inseguro que es, etc. Y otras, nuestro subconsciente parece decirnos que una mujer adulta no puede hacer lo que le dé la gana, y sola, aunque estemos en pleno siglo XXI.
En la sociedad en la que vivimos parece haber una creencia de que lo de fuera es mucho más peligroso que lo que conocemos, pero ¿es realmente así? Cuando decidí viajar sola y se lo comenté a mi entorno, todo eran peligros para ellos, pero yo comenzaba a ver que lo que pasaba fuera no era mucho más peligroso que lo que pasa en nuestro entorno. Y no me equivocaba.
4 años más tarde de mi primer viaje sola di una conferencia en TEDxMálaga en la que reflexioné sobre esto:
La decisión de viajar sola por primera vez
¿Cómo decidí viajar sola por primera vez? Creo que en mi caso hubo un cúmulo de cosas que me llevaron a tomar la decisión, a nivel personal y profesional. Necesitaba un cambio de vida, así que decidí dejarlo todo y hacer algo nuevo: un viaje largo completamente sola.
Leí cientos de blogs de chicas que viajan solas, dónde habían estado, qué habían hecho en sus viajes, cómo viajaban, etc., y así logré imaginarme cómo sería. Además, elegí como destino viajar sola a Sudamérica, una zona que tenía muchas ganas de conocer y que tiene la ventaja de la cercanía cultural e idiomática.
Realmente no tuve grandes miedos al planear la aventura ni a la hora de subirme al avión, y eso que nunca había hecho un viaje tan largo ni había viajado sola. Podía ocurrir de todo, pero no sabría si iba a disfrutar u odiar la experiencia hasta que lo probase. Además, ¿qué pasaba si no me gustaba lo que estaba haciendo? Siempre podía comprar un billete de avión de vuelta a casa.
Así que para allá me fui, a la aventura, y desde el primer momento sentí el viaje como lo más natural del mundo. No hubo un solo minuto en que me arrepintiese de estar haciéndolo y, desde entonces, ¡no paro de viajar sola!
Antes de viajar sola, recuerda siempre contar con el mejor seguro de viaje para que ellos se ocupen de todo en caso de tener cualquier accidente, enfermedad o incidencia durante el viaje, y más en tiempos de coronavirus. Yo te recomiendo Heymondo, con al menos un 5% de descuento:
Qué hice en mi primera vez viajando sola
Durante aquellos 6 meses que viajé sola recorrí 5 países: Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Hice muchísimas cosas por primera vez y viví cientos de experiencias, y aquí te cuento algunas de ellas.
Conociendo otras culturas
Bailé tango en Buenos Aires. Celebré el Carnaval de Humahuaca más tradicional con la cuadrilla de copleros del pueblo. Realicé ofrendas a la Pachamama.
Vi momias de niños incas sacrificados hace 500 años que pareciera que siguen vivos hoy día. Bebí los mejores vinos de Argentina. Llegué al Fin del Mundo.
Recorrí la Carretera Austral casi entera. Estuve en las minas de Potosí. Visité el lugar donde mataron al Che Guevara en Bolivia. Me vestí con el traje típico de los Uros, en Perú. Viví el Inti Raymi, la fiesta inca del solsticio de invierno, en Cusco. Me maravillé con Machu Picchu. Visité Caral, la civilización más antigua de América. Visité decenas de museos, sitios arqueológicos y lugares Patrimonio de la Humanidad.
Contacto con la naturaleza
Recorrí las infinitas playas de Uruguay. Caminé por dunas de arena. Estuve a más de 4000 y 5000 metros sobre el nivel del mar (muchas veces). Descubrí lugares perdidos en mitad de los Andes que no conoce casi nadie con una belleza incomparable. Caminé por un campo gigante de piedra pómez.
Caminé por pueblos devastados por un volcán. Practiqué rafting en el río Futaleufú de Chile. Navegué junto a las Capillas de Mármol. Observé el Glaciar Perito Moreno. Subí hasta las bases del Fitz Roy y el Cerro Torre en El Chaltén.
Me perdí por 5 preciosos días en las Torres del Paine, recorriendo a pie más de 70 kilómetros. Estuve debajo de un glaciar. Floté en una laguna salada en mitad del desierto de Atacama. Vi el amanecer en el Salar de Uyuni. Pasé varios días en la selva del Amazonas. Contemplé decenas de preciosos atardeceres.
Observé lagunas de mil colores con cientos de flamencos. Fotografié pingüinos, zorros y pájaros carpinteros. Vi cóndores de cerca, llamas, alpacas y baby alpacas, guanacos y vicuñas. Tuve serpientes, caimanes y tortugas en mis manos. Vi tarántulas y otras arañas gigantes sin salir corriendo. Me picaron pulgas y millones de mosquitos.
Vida de mochilera
Hice Couchsurfing. Llegué a pasar hasta 20 horas en un autobús. Viajé de noche. Hice dedo (sola y acompañada). Pasé mi cumpleaños en Valparaíso. Me puse morada a empanadas, milanesas, alfajores, guisos de la abuela, sopas de verduras y platos típicos.
Añadí un montón de estampas a mi pasaporte. Conocí a muchísima gente de todas las partes del mundo. Me reencontré con gente que hacía tiempo que no veía. Me traje millones de momentos para la anécdota, el recuerdo y la reflexión.
Qué llevaba conmigo
Antes de viajar investigué muchísimo sobre qué mochila comprar y qué llevar, pues no quería que esta primera vez viajando sola fuese una tortura. Algunas cosas ya las tenía (ropa, calzado, toalla de microfibra…), pero muchas otras las tuve que comprar (la propia mochila, una tablet baratita para ir actualizando el blog, el saco de dormir, etc.).
Al final no fui tan ligera como quisiera y me llevé unos 13 kilos que distribuí en dos mochilas: una grande de 40 litros y otra pequeña de 15, que juntas conforman la Osprey Fairview 55. En la pequeña de 15 litros llevaba todo lo importante y lo más frágil, ya que es la mochila que siempre iba conmigo (en la cabina del avión, autobús, etc.). Entre otras cosas llevaba la tablet, la cámara de fotos, cables y cargadores, pasaporte (y fotocopias), dinero y un libro. También la utilizaba para las excursiones.
En la grande de 40 litros llevaba cosas como la ropa, todo lo del baño, una toalla, unas chanclas, un saco de dormir de verano o el botiquín. Me tocó comprarme ropa cuando estuve por la Patagonia, ya que no iba preparada para el frío y, no sé cómo, ¡logré que todo cupiese en la mochila! ¡Ah! La ropa iba en bolsas de equipaje, ya que así es más fácil comprimirla y que quepa más.
A medida que iba viajando iba llevando más y más cosas. Por ejemplo, esa ropa de invierno que me tuve que comprar o algún recuerdo mínimo que cabía en mi equipaje, como postales. También iba comprando una taza de desayuno de cada país, ya que es lo que colecciono desde siempre. Y claro, esto sí ocupa sitio, ¡y mucho!
Así pues, tuve que comprar otro bolso donde acabé metiendo lo importante (pasaporte, dinero, etc.) y las tazas comenzaron a ir en la mochila pequeña. Y además de todo esto, siempre intentaba llevar conmigo agua, fruta y galletas. Nunca sabes cuánto va a durar ese viaje en autobús o dónde estará la próxima tienda.
Dónde dormí en mi primer viaje sola
Además de qué llevar en la mochila, otra preocupación al preparar el viaje era dónde iba a dormir. La primera semana llevé todos los hostels reservados, pero enseguida me di cuenta de que no era buena idea y de que para disfrutar del viaje de verdad necesitaba ser más espontánea. Comencé así a ir a la aventura, ya que no todos los alojamientos están en internet, especialmente los más económicos y los que están en pueblitos.
Siempre que pude dormí en hostels, porque suele ser lo mejor en relación calidad-precio al viajar de mochilera. Los hostels siempre son un buen lugar para conocer gente, tienen un mínimo de servicios, suelen tener cocina (por lo que te puedes cocinar y ahorrar en comer) y muchos hacen actividades, tipo conciertos o excursiones.
Pero no solo dormí en hostels, sino que también lo hice en hospedajes (especialmente en la Patagonia), en tienda de campaña, en un hotel hecho de sal, en autobuses, en barcos y en casas de desconocidos, y es que por primera vez probé Couchsurfing, quedándome por ejemplo en casa de una desconocida en Córdoba, Argentina, que resultó ser un amor y que tiempo después vino a visitarme en España.
Cómo me moví durante el viaje
Otro tema importante al planear la primera vez viajando sola es el transporte. Muchos mochileros optan por recorrer todo el camino a dedo, y es que es la forma más económica de viajar. Yo lo hice en algunas ocasiones, sola y acompañada. No siempre suele funcionar, pero hay lugares en los que es muy común hacer dedo ya que no hay demasiado transporte, y los lugareños lo saben y se prestan a ayudarte. Por ejemplo, en la Patagonia suele funcionar muy bien.
La mayor parte del viaje la hice moviéndome en autobús. Es algo caro, especialmente en países como Argentina o Perú, pero, para mí, es lo mejor a la hora de recorrer grandes distancias o de ir a lugares donde no va mucha gente. Como consejo para economizar, si el trayecto dura de 7 horas para arriba, puedes tomar el servicio nocturno y así te ahorras una noche de alojamiento.
Además tomé algún que otro barco y tres aviones. Dos fueron en Chile, donde es bastante barato moverse en avión (fui de Punta Arenas a Santiago -3 horas- con LAN por unos 51 euros y de Santiago a Calama -2 horas- con Sky por 44 euros). El otro fue en Perú, desde Puerto Maldonado (Amazonía peruana) hasta Lima con StarPerú -2 horas-, y éste fue bastante más caro (unos 110 dólares). Evidentemente, volar incrementa mucho el presupuesto, así que te recomiendo tomar el avión solo en casos en los que moverte en otro método de transporte te lleve días (como era el caso en mis tres situaciones).
Por último, y de lo que más orgullosa estuve en esta primera vez viajando sola fue de que me moví muchísimo caminando, superando mis límites. Ahora soy capaz de caminar durante horas y de subirme a cualquier montaña. ¡Y es que hice mucho senderismo en solitario!
Problemas en ruta
¿Fue todo el viaje un camino de rosas y felicidad? Realmente no al 100%, porque en un viaje tan largo (6 meses) es muy probable que ocurran incidentes. Por fortuna, nada de lo negativo que me ocurrió fue grave.
A los 10 días de comenzar el viaje me dejé una tarjeta de crédito en una tienda en el puerto de Colonia del Sacramento, en Uruguay. Me di cuenta cuando llegué a Buenos Aires y fui a sacar dinero en un cajero.
Una semana después, más o menos, se me cayó el monedero (o me lo robaron, no lo sé) en un autobús yendo de Alta Gracia a Córdoba, en Argentina. En ese monedero había otra tarjeta de crédito. Con lo cual me quedaba una (me había llevado 3); menos mal que esta última no la perdí.
Tuve otros dos momentos de pánico relacionados con el dinero en Argentina, concretamente en Purmamarca (Jujuy) y Hualfín (Catamarca). Los cajeros automáticos en los dos pueblos no funcionaban y andaba apenas sin efectivo, pero por suerte llevaba euros de emergencia, como yo les llamo, que pude cambiar para salir del paso.
En Bolivia perdí las gafas de ver en un autobús entre Uyuni y Potosí. Pasé varios días en Potosí intentando recuperarlas, pero no hubo ni rastro de ellas. ¡Menos mal que me quedaban lentillas suficientes para poder ver durante el resto del viaje!
Y en Huaraz, Perú, me robaron la tablet por despistada y confiada. Dejé mi mochila en la agencia con la que contraté un tour y ni se me pasó por la cabeza cerrarla con un candado (cosa que hasta ese día había hecho siempre). Así que cuando llegué del tour, mi tablet ya no estaba.
Por mucho que fastidien estos momentos, de todo se aprende. Lo primero de todo, a ser más cuidadosa y previsora, y, lo segundo, a ser más paciente y entender que hay momentos de adversidad que no siempre podemos controlar. Y esto me lleva al siguiente punto…
Qué aprendí en mi primera vez viajando sola
Mi primera vez viajando sola fue un aprendizaje continuo. Pude conocerme mejor a mi misma y descubrí que el mundo no es tan peligroso como lo pintan. Además, me di cuenta de que no se acaba el mundo cuando surge un problema, de que siempre hay gente dispuesta a ayudar y de que cada día tomamos cientos de decisiones sin ni siquiera enterarnos.
Ahora bien, quizá lo que más me sorprendió y más feliz me hizo durante el viaje fue descubrir que yo no era la única viajando en solitario, ni la única que había decidido dar un giro a su vida. Es más, había muchas más mujeres que hombres viajando en solitario y la mayoría rondaban los 30.
Eso me dice que el mundo está cambiando para bien. Cada vez hay menos fronteras, por mucho que los gobiernos se empeñen en construir muros. Cada vez hay más gente dispuesta a conocer otras culturas y a aprender a respetar a los demás. Y cada vez hay más personas que quieren aportar su granito de arena para convertir al mundo en lugar más abierto, sostenible, conectado y humano.
En esos 6 meses viajando me di cuenta de que me sentía libre, feliz, afortunada, dueña de mi vida, decidida, curiosa, enérgica y, sobre todo, autorrealizada. ¿Y sabes por qué? Porque no había nadie que me frenara, que me dijera dónde tenía que ir o cómo tenía que hacer las cosas. Yo decidía en todo momento qué hacer y era dueña de mi vida.
Un primer viaje sola es así, un camino de ida lleno de aprendizajes, que te cambia la vida y que te engancha. Una vez comienzas no hay quien te pare. 5 años después de aquel viaje sigo viajando sola por todo el mundo y es algo que seguiré haciendo por mucho tiempo más. Además, como ya sabes, me he propuesto motivar a todas las mujeres a viajar solas por el mundo, así que espero que te animes, porque créeme, marcará un antes y un después en tu vida.
Contenido relacionado para seguir viajando sola:
Viajera y fundadora de #QuieroViajarSola. Desde que comencé a viajar sola en 2016 siempre tuve una inquietud: motivar a otras mujeres a viajar solas. Para ello, decidí crear este blog en 2018, en el que te cuento todos los viajes que he realizado en solitario en estos casi 8 años como viajera independiente y te doy consejos para que puedas organizar tu viaje por libre y disfrutar recorriendo el mundo en solitario.
Por qué puedes confiar en #QuieroViajarSola
En estos 8 años viajando sola por todo el mundo he recorrido muchos países y destinos de los que puedo darte consejos en base a mi experiencia. Puedo recomendarte lugares para visitar, dormir, cómo moverte, etc., y eso es lo que encontrarás en cada artículo de este blog de viajes. Complemento la información con mis redes sociales, sobre todo Instagram, donde puedes ver casi en tiempo real los lugares por los que viajo sola cada vez que estoy en una nueva aventura.
Además, este blog ha sido galardonado en varias ocasiones (entre los premios recibidos están el Premio a la Mejor Marca Personal en Viajes y Turismo en los Premios Día de Internet en 2024 y el Premio 20Blogs al Mejor Blog de Viajes en 2021) y he aparecido en numerosos medios de comunicación, tanto en España como en Latinoamérica (El País, La Sexta Noticias, ELLE Argentina, El Sol de México, Radio Marca…).